El temblor registrado la noche del 23 de julio de 2025 en Culiacán, Sinaloa, llamó la atención por su rareza en una región donde los sismos no son habituales. Según la investigadora Xóchitl Torres Carrillo, de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), el evento ocurrió en una zona influenciada por la interacción de las placas tectónicas de Norteamérica y el Pacífico, cuyo límite es de tipo transformante.
La experta en Geología de la Facultad de Ciencias de la Tierra y el Espacio de la UAS explicó que este fenómeno está vinculado a la apertura del Golfo de California, donde se concentra la mayor actividad sísmica del noroeste de México. Aunque ocasionalmente los movimientos afectan las costas de Baja California, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa, el sismo de magnitud 4.6 —con epicentro a 6 km al noroeste de Culiacán y una profundidad de 5 km— resulta significativo por su escasa frecuencia en la zona.
“Algunas veces se ven afectadas las costas de los estados de Baja California, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa por movimientos sísmicos con magnitudes moderadas, es por esto que el sismo de magnitud 4.6 con epicentro a 6 kilómetros al noroeste de Culiacán y con profundidad de 5 kilómetros ocurrido el 23 de julio de 2025 es importante, pues este tipo de eventos no son frecuentes en la región”, destacó.
El movimiento, localizado cerca del río Humaya —en áreas aledañas a Santa Fe, Mojolo, La Guásima y otras comunidades—, fue captado a las 20:12:28 por la estación sísmica de la Biblioteca Central de la UAS en Ciudad Universitaria. Una réplica de menor intensidad se registró doce minutos después.
Torres Carrillo recordó que eventos similares son poco comunes en Culiacán, aunque el 5 de octubre de 2008 ocurrió un sismo con características parecidas (magnitud 4.7 y profundidad de 5 km). Según los mapas del Servicio Geológico Mexicano, el norte de la ciudad está atravesado por fallas normales y fracturas con orientación noroeste, coincidente con la dirección de los sismos mencionados.
Aunque el temblor fue percibido con intensidad por la población, la investigadora aclaró que forma parte de la dinámica tectónica regional. No obstante, advirtió que la zona presenta una falla activa con posible recurrencia cada dos décadas, lo que subraya la necesidad de incrementar el monitoreo sísmico.
“Es fundamental densificar la red de equipos para registrar microsismos y caracterizar el comportamiento geológico de la región”, concluyó.